lunes, 26 de noviembre de 2007

"BUSCAR EL EQUILIBRIO"



La séptima función es la de "Horizonte" y resulta determinante del deseo de libertad o de reclusión; la obsesión por la aventura o el encierro. El ser humano sin la tutela afectiva adecuada, no puede reconocer el rostro del amor y en consecuencia lo busca infructuosamente. Algunos no pueden distinguir fantasía de realidad.Tanto el aventurero errante, que busca en la distancia sin saber qué es lo que necesita; como el que se encierra en un mundo de ensueños, recurriendo a los libros o refugiándose en el universo virtual, son manifestaciones claras del deterioro de esta función. Así, personajes que no conocieron o conocieron apenas a su madre, viajan sin cesar o se ensimisman en un mundo fantástico. Lo ideal sería encontrar la paz y el equilibrio de aquel, que habiendo experimentado relaciones afectivas de calidad, dimensiona adecuadamente la realidad y elabora expectativas posibles.

La octava y última función de la urdimbre constitutiva, es la "Integradora". El niño se enfrenta desde que nace, con aspectos buenos y malos de la existencia. Sus actividades más espontáneas son controladas o prohibidas; la madre empieza a hacer más prolongadas y frecuentes sus ausencias; sus deseos suelen ser reprimidos. Melanie Klein habla de "pecho bueno" y "pecho malo"para referirse a la ambivalencia que encuentra el niño en su entorno más íntimo. Por eso es necesario que aprenda a equilibrar y armonizar, esta doble vertiente de lo real que lo conflictúa. Esto es fundamental para el logro de la unidad interna.

Más adelante el niño va a disfrutar experimentando "volverse malo", para observar la maldad represiva de los demás. Así hace el importante aprendizaje de conocer las fuerzas malas de la existencia y comienza a controlarlas y a integrarlas con las buenas. Aprende a aceptar que en la vida existen ambos aspectos.

Una educación rígida, sin suficiente amor, sólo sirve para poner obstáculos a esa integración. Es fundamental aceptar que lo malo existe, para poder superarlo o controlarlo, tanto en el mundo que nos rodea, como en la propia personalidad.

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