viernes, 18 de abril de 2008

"ANSIAS DE COMPAÑÍA"

El deseo fundamental de toda persona, es romper con la soledad constitutiva. Encontrar otro u otros seres humanos que nos tomen en cuenta, que proporcionen paz a nuestra angustia por nuestra limitación natural. Existen diversas formas de buscar compañía: a) La Vanidad;b) El Ansia de Poder;c) El Ansia de ser temido y hasta odiado;d) El amor.
a) La Vanidad es la más superficial de las modalidades. Supone el deseo de que nuestras cualidades sean importantes para los demás; que la admiración que provocamos nos convenza que esas cualidades justifican nuestra existencia. Para ello solemos destacar nuestro aspecto físico o brillar intelectualmente. En realidad esa admiración no basta y la conciencia de soledad persiste.
b) La ambición de Poder va más allá. Deseamos obtener la obediencia ajena; la sumisión del otro, y no tardamos en comprobar que eso también está condenado al fracaso. Si logramos que otro acepte nuestras imposiciones, eso no garantiza que esté a nuestro lado porque realmente le importamos.
c) El ansia de ser temido u odiado es la pasión que impulsó a todos los torturadores de la historia de la crueldad humana. Es común en aquellos que habiendo vivido siempre humillados por la sociedad, sienten de pronto que la única forma de ser tenidos en cuenta, es aterrorizar y amenazar con destruir a otro ser humano. No obstante, el terror provocado, sólo aumenta la terrible soledad.
d) El Amor es el ansia de la entrega incondicional de otra persona y de sentirnos tan importantes y fuertes como para fundamentar la existencia ajena. Paralelamente supone el ansia de entregarnos plenamente a otro ser humano, para que nos ame y nos proteja y así descansar del peso intolerable de la propia existencia. Pero también esta última variante del ansia de compañía, está condenada al fracaso, aunque sea la que más nos aproxima a la soñada felicidad. Esto por una doble razón: El otro posee la misma limitación y problemas personales. Hay momentos en que los propios problemas, impiden hacerse cargo de los de los demás. Además la unión nunca es completa, perfecta ni indisoluble, sino que siempre podemos descubrir que el otro nos está juzgando, o sea que por momentos el corazón de ambos se torna opaco e impide penetrar en nuestros sentimientos y pensamientos más íntimos. De repente parece que se tratara de dos extraños. Por eso San Agustín dijo: "En esta peregrinación de la vida carnal, cada uno lleva su corazón, y todo corazón está cerrado para todo corazón".

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